Queridas y queridos catequistas,
En este día tan especial, deseamos acercarnos a cada uno de ustedes con un abrazo fraterno y el corazón lleno de gratitud. No hay palabras suficientes para agradecerles la entrega, la generosidad y el testimonio que ofrecen cotidianamente en el seno de nuestras comunidades. Ustedes son, sin duda, una bendición para nuestra Iglesia.
Conocer a Jesús ha sido, el regalo más grande que la vida nos ha dado. Descubrir su mirada misericordiosa, su palabra viva y su amor incondicional ha marcado nuestro camino, le ha dado sentido y esperanza a nuestra existencia. Pero, si es inmenso el don de haber encontrado a Jesús, aún mayor es la alegría de poder compartirlo.
Como expresaba bellamente el Documento de Aparecida, “conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29) Asumamos como propias estas palabras.
A través de la catequesis, la Iglesia cumple una misión fundamental: acercar a las personas a Jesús. No se trata solamente de transmitir ideas o conceptos abstractos, sino de posibilitar un verdadero encuentro con Él. La catequesis tiene sentido cuando ayuda a descubrir a Jesús como el Amigo fiel, el Maestro que acompaña, el Señor que da vida y sentido. Su labor, queridas y queridos catequistas, va mucho más allá de la enseñanza de contenidos; es abrir caminos para la experiencia viva de Dios.
Queremos recordar y valorar que esta misión no es solo una tarea personal, sino un encargo de toda la comunidad. Confiamos en ustedes para guiar a quienes se preparan para la Iniciación Cristiana: niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Por medio de la catequesis, la comunidad se ensancha, se enriquece y se renueva, acogiendo a quienes han comenzado este itinerario y ayudándoles a integrarse plenamente en la vida eclesial.
No se trata de un listado de temas por aprender, sino de una experiencia para atesorar. Por eso, los invitamos a proponer y vivir un itinerario que incluya la oración personal, el encuentro y meditación con la Palabra de Dios, la celebración comunitaria de la Eucaristía, la vivencia de la caridad y la misión, especialmente con las personas más necesitadas. Solo así la catequesis será un proceso vivo, abierto y transformador.
Conmueve pensar cómo San Óscar Romero, obispo y mártir, se presentaba ante su pueblo como “el catequista de la diócesis”. Asumía esa identidad con humildad y alegría, reconociendo en el servicio de la Palabra y en la animación de la fe el corazón de su ministerio. Hoy, queremos pedirles —siguiendo el ejemplo de este gran pastor—que renueven su compromiso y asuman con esperanza y creatividad los desafíos que nos presenta el tiempo actual.
Aprovechamos para invitarles a asumir con valentía los tres desafíos que venimos reflexionando como diócesis en nuestro camino sinodal: la escucha, la espiritualidad y la misión. Escuchar, en primer lugar, al Espíritu y a las personas; abrir los oídos y el corazón a la realidad que nos rodea, a las preguntas y búsquedas de quienes se acercan a la catequesis. Profundizar en la espiritualidad, cultivando una oración sencilla y profunda, una fe que se alimenta en la Palabra, en la Eucaristía y en el servicio. Y finalmente, renovar la misión, saliendo al encuentro, compartiendo la alegría del Evangelio con quienes están en las periferias geográficas y existenciales.
Queridos catequistas, no están solos en este camino. La comunidad les acompaña, les sostiene y aprende también de su testimonio. Sepan que cuentan con nuestra cercanía, oración y reconocimiento. El Señor, que no se deja ganar en generosidad, sabrá recompensar cada gesto, cada palabra, cada siembra de esperanza que ofrecen a las personas que acompañan.
En este Año Jubilar, renovemos el gozo de reconocernos “Peregrinos de Esperanza”.
Que María, la primera discípula y catequista, les ayude a perseverar con alegría y entrega. Que el Espíritu Santo renueve cada día su entusiasmo y su creatividad.
Gracias, de corazón, por su entrega. Gracias por acercar a tantas personas a Jesús. Gracias por ser fermento de esperanza y testigos de un amor que no se cansa.
Con nuestro afecto y bendición
+ P. Jorge Lozano + P. Gustavo Larrazábal cmf + P. Mario Robles
Obispos de San Juan de Cuyo
21 de agosto de 2025 San Pío X
Año Jubilar de la Esperanza







