Santa Teresa del Niño Jesús nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Célia Guerin; también santos. Murió en 1897, y en 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y en 1927 la proclamaría Patrona Universal de las Misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita. Proclamada «Doctora de la Iglesia» por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones)
Es patrona de las misiones, pero nunca estuvo en misión: ¿cómo se explica esto? Era una monja carmelita y su vida estuvo bajo el signo de la pequeñez y la debilidad: ella misma se definía «un pequeño grano de arena».
El 9 de abril de 1888 ingresó en el Carmelo de Lisieux. Tomó el hábito el 10 de enero del año siguiente e hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1890, fiesta de la Natividad de la Virgen María.
¿Cómo es posible que una mujer que nunca salió de su celda, que nunca viajó a tierras lejanas, que nunca predicó ni bautizó a nadie, sea considerada como una misionera ejemplar? La respuesta está en su corazón ardiente de amor por Dios y por las almas, que la llevó a ofrecer su vida como una ofrenda por la salvación del mundo.
Su camino espiritual se basó en la confianza absoluta en la misericordia divina y en la práctica de la infancia espiritual, es decir, el abandono filial en los brazos del Padre celestial. Teresita no buscó hacer grandes obras ni sacrificios heroicos, sino que hizo todo con amor y por amor, ofreciendo hasta las cosas más pequeñas por la gloria de Dios y el bien de las almas.
Pasión por la evangelización
Una de las grandes pasiones de Teresita era la evangelización. Ella sentía un ardiente celo por anunciar el Evangelio a todos los pueblos, especialmente a los más alejados y necesitados. Sin embargo, sabía que su vocación era permanecer en el Carmelo, viviendo la clausura y la contemplación. Por eso, decidió ser misionera desde su celda, uniéndose espiritualmente a los misioneros que trabajaban en el campo.
Teresita adoptó como hermanos espirituales a dos sacerdotes misioneros que estaban en China y en Indochina. Les escribió cartas llenas de ánimo y de consejos, les envió rosarios y estampas bendecidas, y sobre todo les aseguró sus oraciones y sus sacrificios. También rezaba por los paganos, herejes, judíos y musulmanes, pidiendo que todos conocieran y amaran a Jesús.
El 9 de julio de 1895, fiesta de la Santísima Trinidad, Teresita se ofreció como víctima en holocausto al Amor Misericordioso de Dios, por los misioneros y por los pecadores. De ahí que se la considere patrona de las misiones.
De salud frágil murió con tan solo 24 años. Pero, aunque su cuerpo estaba enfermo, su corazón era vibrante, era misionero. En su «diario» cuenta que ser misionera era su deseo y que quería serlo no solo por algunos años, sino para toda la vida, es más, hasta el fin del mundo.
Sin aparecer intercedía por las misiones, como un motor que, escondido, da a un vehículo la fuerza para ir adelante.
Esta es la fuerza de la intercesión movida por la caridad, este es el motor de la misión. De hecho, los misioneros, de los que Teresa es patrona, no son solo los que hacen mucho camino, aprenden lenguas nuevas, hacen obras de bien y son muy buenos anunciando; no, misionero es también cualquiera que vive, donde se encuentra, como instrumento del amor de Dios; es quien hace de todo para que, a través de su testimonio, su oración, su intercesión, Jesús pase.
Antes de morir, Teresita pronunció estas palabras proféticas: «No moriré, entraré en la vida… Quiero pasar mi cielo haciendo bien en la tierra». Y así fue. Después de su muerte, se difundió por todo el mundo su autobiografía Historia de un alma, donde relata su vida y su doctrina con sencillez y profundidad. Miles de personas se sintieron tocadas por su testimonio y pidieron su intercesión. Muchos milagros se atribuyeron a su poderosa mediación.
Santa Teresita de Lisieux es un ejemplo luminoso de cómo se puede ser misionero sin salir del convento, sin hacer ruido o buscar el éxito humano, sino solo el amor de Dios y el bien de las almas. Su lema era: «Todo es gracia». Su misión era: «Amar y hacer amar a Jesús». Su secreto era: «Ser pequeña y confiar mucho».
🍃🌹Que a ejemplo de la «Florcita de Jesús» seamos generosos en la disposición a la misión: «Aquí estoy, mándame» (Is 6,8)🌹🍃