PREDICACIÓN DE MONSEÑOR JORGE LOZANO
MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR SUS BODAS DE PLATA EPISCOPALES- 25 DE MARZO SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
“Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mi tu Palabra” (Lc 1, 38) Fidelidad y disponibilidad de María en la Anunciación. Respuesta que en ella nunca se ensombrece, ni siquiera al pie de la cruz. En su SÍ balbuceamos con la voz temblorosa nuestra respuesta pobre, nunca suficiente.
Estamos dando gracias por la vocación, el llamado que recibí a ser sucesor de los Apóstoles y al cual fui consagrado hace hoy 25 años.
He vivido plenitud y plenitudes; tuve varias veces la sensación de tocar el cielo con las manos y el corazón, pero no he puesto mis pies en él; he estado como de visita sabiendo que allí está mi morada definitiva, nuestra morada definitiva. También tomé la mano de quienes vivieron atrapados en el infierno de la trata, la esclavitud, la tortura, y todo tipo de humillaciones.
A lo largo de estos 25 años he contemplado océanos y valles, montañas y ríos, desiertos y bosques como realidades geográficas y, especialmente, existenciales. El misterio de la vida en cada persona se me presenta como tierra sagrada. Me conmueve hasta las lágrimas el dolor de aquellos con quienes compartimos caminos por momentos prolongados o fugaces.
Me cautiva la belleza (la música, la poesía), me atrapa la vida, me hiere el dolor humano, me abruma la guerra y la violencia.
Mirando hacia adelante siempre supe que lo mejor está por venir. Que mi entrega puede ser mejorada, muy mejorada. Que tengo que sacudir la modorra y “seguir andando nomás” con “un oído en el pueblo y otro en el Evangelio” (Beato y Mártir Enrique Angelelli)
¡Cuánto queda por hacer! ¡Cuánta Buena Noticia acallada!
Cuántas vidas que escuchar y acoger, cuántos sufrimientos que cobijar, consuelos que derramar. Doy gracias a Dios por ponerme en algunas oportunidades en situaciones de conflicto que me exigieron mucho y me desinstalaron. Vidas rotas, muerte absurda, heridas hondas como abismos, injusticias que claman al cielo.
Ante todo lo que queda siento que no me alcanzaría empezar de nuevo, lo que falta es inconmensurable. Debo llamarme nuevamente a la humildad, al reconocimiento sencillo de mis límites y fragilidades, de mi pecado y mediocridad.
Les confieso una experiencia que me acompaña siempre: “estoy sostenido y atravesado por el amor”. No es que no tenga momentos de penumbra y oscuridad, de extensos desiertos interiores. Sin embargo, el Amor de Dios es misericordioso e incansable. El fuego del Espíritu no se extingue nunca.
Se hace presente en mi vida por numerosos caminos.
El amor de familia y amigos me alienta con sus presencias y demandas. Con sus oportunos llamados de atención para retomar el camino. Sus palabras de aliento. Sin ellos no me hubiera sido posible perseverar. Desde lo profundo de la oración, la cercanía del abrazo, la lucidez del consejo, el silencio que conjuga los latidos de corazones que se comprenden.
El amor de la Iglesia, que como Madre me corrige y cuida. De la Iglesia en San Juan que cotidianamente reza por sus obispos en cada eucaristía, en cada comunidad. De verdad que lo valoro enormemente. Doy gracias a Dios por el testimonio de vida entregada de varones y mujeres de vocación laical, consagradas y consagrados, seminaristas, diáconos, sacerdotes, obispos. El Papa.
Muchos me hacen sentir su afecto. Pero miren, a la vez soy consciente que no puedo conformar a todos.
Pido disculpas y perdón por quienes esperan otra cosa de mí y no lo encuentran. Me hacen sentir necesitar más cercanía a los pobres. Más luces intelectuales. Mayor elocuencia. Paternidad y amistad. Mano más firme. Mayor audacia y romper con lo caduco.
Soy consciente de mis fragilidades y sé que tengo unas cuantas más de las que no me doy cuenta. Desde ellas quiero acompañar el camino de la Iglesia Samaritana, Sinodal y en Salida en este tiempo providencial que compartimos.
Descanso en que Jesús es el Buen Pastor, el Único. Los Apóstoles y sus sucesores somos enviados por Él para apacentar en su nombre a sus ovejas. Somos como el amigo del esposo. A quienes no nos reconocen o aceptan en este encargo, Jesús mismo los apacienta de otro modo. Esto me da paz y consuelo. Con San Juan Bautista señalamos al Maestro, al Cordero de Dios, el Mesías y Salvador (Jn 1, 36).
He sido feliz en los lugares que me tocó ser obispo y en los servicios que me encomendaron. Pero también debo decir que en cada lado me he sentido incompleto, con cosas pendientes.
Doy gracias a Dios por los lugares y espacios en los que me llamó servir. Obispo auxiliar de Buenos Aires, Gualeguaychú y San Juan. La Pastoral Juvenil, la Pastoral Social, las comunicaciones en la CEA, el Celam, el Dicasterio para las Comunicaciones. En todos hemos logrado muy buenos amigos y amigas, grandes personas y excelentes en su entrega y servicio.
Amo mi vida, mi historia; cada instante de luz y las oscuridades de las que pude aprender, y mucho.
Me fascina el Sí de María en la Anunciación. Me cobijo en un pliegue de su manto por un momento, para confiado volver a caminar en el servicio episcopal.
Del obispo Siervo de Dios, José Américo Orzali quiero recoger su enseñanza: “Mirad a Jesús. Esperad que Él a su vez os mire”, reconociendo que “Para el amor no hay nada pequeño”. Me atrae la vida del Buen Pastor de Cuyo.
De otro gran obispo me ha fascinado su vida y enseñanzas. Ayer se cumplieron 45 años del asesinato de San Óscar Romero, obispo y mártir en El Salvador. Dijo: “Es solo hundiéndose en el corazón de Dios, donde se comprenden los planes de Dios sobre la historia, solo hundiéndose en momentos de oración íntima con el Señor es cuando aprendemos a ver en el rostro del hombre, sobre todo el más sufrido, el más pobre, el más harapiento, la imagen de Dios y trabajamos por él” (16/10/77) A él le gustaba ser llamado «el catequista de la diócesis».(16/9/79)
Cuando me quiere ganar el agobio levanto los ojos al cielo y renuevo la confianza. Recuerdo a quienes confían en mí, y retomo la macha. Fui consagrado obispo en un jubileo hace 25 años, y celebro las Bodas de Plata en otro.
Sigo con el corazón sediento de plenitud. Me animo a rezar cantando “Hasta la locura te amo”
Me reconozco mezcla de barro y sangre potenciada por el Espíritu Santo. ¿Adónde iremos sin vos?
Sin tu amor me desplomo, me desoriento como perro que pierde el olfato, como oveja sin pastor, como beduino sin oasis. Como el sol sin horizonte para descansar, como higuera sin frutos, pesebre sin Niño, como un templo habitado sólo por murciélagos.
Estoy convencido que “La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rm 5, 5)
María, Madre del Amor más hermoso, Madre del SÍ más absoluto y fiel, no nos sueltes de tu mano. Amén!
+ P Jorge Eduardo Lozano
Arzobispo de San Juan de Cuyo
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🎦Misa Aniversario de Bodas de Plata Episcopales de Monseñor Jorge Eduardo Lozano -Catedral San Juan Bautista⛪