Hoy celebramos a Santa Bárbara.
Bárbara cuyo nombre significa: «Aquella que no es griega», «extranjera».
Es venerada tanto en la Iglesia griega como en la latina, nació alrededor del siglo III en Nicomedia, Bitinia, según la opinión más extendida. Su padre, Dióscoro, era un pagano fanático conocido por su carácter cruel y obstinado. Aunque de naturaleza bárbara, Dióscoro amaba profundamente a su única hija, quien era excepcionalmente hermosa, talentosa, y poseía una inteligencia notable. Desde su infancia, Bárbara destacó por su prudencia y razonamiento, lo que marcó su vida y decisiones futuras.
Dióscoro, temeroso de perder el amor exclusivo de su hija, tomó la drástica decisión de encerrarla en una alta torre. Allí, Bárbara creció bajo la supervisión de criadas y maestros que cultivaron su intelecto. En su reclusión, se dedicó a contemplar el cielo y reflexionar sobre el universo, llegando a conclusiones profundas sobre la existencia de un creador supremo, diferente de los dioses paganos. Este razonamiento la llevó a rechazar las divinidades tradicionales, considerándolas absurdas e indignas de adoración.
Cuando Bárbara abrazó el cristianismo, encontró en la fe una verdad que colmaba su alma. Decidió consagrarse a Cristo y preservar su virginidad como una virtud preciosa. Sin embargo, su padre tenía otros planes para ella. Dióscoro propuso un matrimonio ventajoso, pero Bárbara lo rechazó, provocando la furia de su padre. Durante su ausencia en un viaje, Bárbara pidió construir un baño en la torre, pero lo transformó en una capilla con tres ventanas, simbolizando la Santísima Trinidad. Este acto marcó su firme compromiso con el cristianismo.
A su regreso, Dióscoro intentó nuevamente persuadirla para que aceptara el matrimonio, pero Bárbara se negó con afecto, proponiendo cuidar de él en su vejez. Intrigado, su padre decidió trasladarla a su casa, creyendo que la convivencia con más personas cambiaría su opinión. Sin embargo, en su nueva residencia, Bárbara expresó su desdén hacia los ídolos paganos que adornaban el hogar, desafiando abiertamente las creencias de Dióscoro. Ante sus argumentos racionales y su rechazo a las falsas deidades, su padre se enfureció y amenazó con matarla.
Temiendo por su vida, Bárbara escapó, refugiándose en una gruta. Milagrosamente, una roca se abrió para darle paso, pero un pastor traicionó su escondite. Dióscoro la encontró y, en un arrebato de furia, la golpeó cruelmente antes de entregarla al gobernador Marciano, acusándola de ser cristiana. Marciano, impresionado por su belleza y carácter, intentó persuadirla para que abandonara su fe, ofreciéndole riquezas y privilegios. Sin embargo, Bárbara se mantuvo firme, proclamando la verdad y santidad de la religión cristiana.
Marciano ordenó terribles torturas para doblegarla. Bárbara fue golpeada hasta quedar cubierta de llagas y encerrada en un calabozo con un cilicio áspero. Durante la noche, Jesucristo se le apareció para consolarla, curando milagrosamente sus heridas. Al día siguiente, cuando fue presentada nuevamente ante el gobernador, Bárbara afirmó que su curación era obra de Cristo, no de los dioses paganos. Su firmeza enfureció aún más a Marciano, quien la sometió a nuevas y brutales torturas, incluidas quemaduras con hachas encendidas.
A pesar de los tormentos, Bárbara permaneció inquebrantable en su fe, asegurando que morir por amor a Cristo le garantizaba la vida eterna. Su valentía y devoción son recordadas como ejemplo de fortaleza espiritual frente a la persecución.
Bárbara logró sobrevivir a estos indecibles maltratos, quedando al borde de la muerte, con el cuerpo destrozado. Lejos de sentir compasión, su padre ordenó que fuera presentada ante el juez, quien determinó para ella la pena capital inmediata. El lugar escogido para la ejecución fue la cima de una montaña cercana; y el verdugo, ‘por derecho’, sería el propio Dióscoro. A pesar de caer una intensa lluvia, los involucrados en la ejecución no se detuvieron y tomaron dirección hacia el monte. Ahí, ni bien Dióscoro asestó el brutal golpe de sable que arrancó la cabeza de su hija, un relámpago le cayó encima y lo fulminó.
Santa Bárbara y los hechos que le acontecieron hicieron que su veneración se extendiera por Europa con firmeza, consolidándose hacia el siglo VII. Su culto fue aceptado y confirmado por el Papa San Pío V en 1568 y desde entonces aparece en la lista de los Santos Auxiliadores.
En las Cuencas Mineras Asturianas le dedican un himno llamado Santa Bárbara Bendita. Asi mismo,
La manera como murió su padre hizo que Santa Bárbara fuese tomada por protectora ante los peligros de las tormentas eléctricas y los incendios naturales. Luego, por analogía o similitud, se le empezó a asociar con los artilleros y los mineros, de quienes es patrona también. Es tambien patrona de los militares que pertenecen al Arma de Artillería de la mayoría de los ejercitos del mundo, ¡incluidos los de algunos paises musulmanes!.
Tradicionalmente se pide la intercesión de Santa Bárbara para no morir sin acceder al sacramento de la Confesión y tener la gracia de recibir la Eucaristía en la hora de la muerte.
¡Santa Bárbara bendita, ruega por nosotros!
🤗⛪En nuestra Diócesis varias comunidades bajo el patronazgo de Santa Bárbara, hay dos departamentos que destacan en sus celebraciones: Pocito y Jáchal