Cuando escuchamos decir que aumenta la luz por lo general lo relacionamos con el incremento en las tarifas de la energía eléctrica. Pero hoy quiero plantearte otra perspectiva.
Estamos iniciando el último mes del año. Unos cuantos sienten que se pasó volando. Llegamos cansados, algunos también agobiados por la situación económica o atravesando situaciones de crisis familiares, laborales o salud.
Quienes tienen niños o adolescentes en edad escolar pueden también estar preocupados por resultados académicos adversos. Seguramente podemos sumar más motivos de preocupación. Pero hay una buena noticia.
En estas penumbras que pueden invadir la vida, la luz empieza a ganar espacio. No solamente los días son más largos. Iniciamos el camino de preparación de la Navidad, fiesta de la cercanía de Dios con su Pueblo. Él viene a nosotros.
Uno de los signos utilizados en las Iglesias y en las casas es la llamada “corona de adviento”. Tiene cuatro velas que vamos encendiendo consecutivamente cada domingo. Así percibimos cómo va creciendo la luz.
Hay un himno muy bonito que canta al Padre: “crece la luz bajo tu hermosa mano”. El amanecer ha sido un signo de la presencia viva del resucitado.
La Palabra de Dios de este domingo nos invita a no tener miedo ante los sufrimientos y amenazas. Cuando nos sentimos abrumados o tristes estamos con la cabeza baja y con los hombros vencidos. La Palabra nos exhorta a cambiar de actitud: “tengan ánimo y levanten la cabeza porque está por llegarles la liberación” (Lc. 21, 28). El gesto de levantar la cabeza nos evoca el ser capaces de mirar el horizonte más lejano, tener una perspectiva de trascendencia. Escuché una frase en un programa de radio que me hizo pensar: la sombra de un gigante puede ser más grande que el gigante mismo.
Este tiempo litúrgico nos pone en tensión entre la primera venida histórica de Jesucristo en la humildad y fragilidad del niño de Belén, y la segunda que acontecerá al fin de los tiempos, rodeado de la gloria celestial. Estos dos puntos nos ayudan a destacar nuestra condición peregrina.
La alegría y la esperanza son dos notas características del Adviento. Ellas tienen empuje, movilizan; van avanzando de la mano y convocándonos a ponernos en marcha. Es un tiempo propicio de preparación para el Jubileo del 2025, que tiene como lema “Peregrinos de esperanza”.
Le damos en nuestro corazón más espacio a las búsquedas más profundas: “nosotros esperamos cielos nuevos y tierra nueva, en los que habita la justicia” (2 Pe 3, 13). No nos conformamos con poco.
Se repite en nuestra oración “¡Ven, Señor Jesús!”. El anhelo y deseo de encuentro con el amado.
Al encender la primera vela en la corona del adviento, o acompañando con la imaginación, recemos:
“Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. Al iniciar este Adviento queremos escuchar tu voz que nos dice ‘Ánimo, está por llegarles la liberación’. Muchas sombras nos envuelven, muchas crisis nos oprimen. ¿Pero quién podrá separarnos del amor de Jesucristo? En vos hemos puesto nuestra esperanza y sabemos que no seremos defraudados. En el próximo año jubilar que vamos a iniciar danos, Señor, la esperanza más verdadera.
¡Ven, Señor Jesús!, ¡Ven, Señor Jesús!”